Javier Roz - DETRÁS DEL OJO
LEJOS - Ateneo de Málaga – Mayo 2013
Uno no puede hablar si no de uno
mismo, es imposible huir de ello, por tanto la única opción coherente es
profundizar (se), en mi caso, a través del dibujo, algo inherente al ser
humano.
Los materiales son humildes; el
grafito y el papel. La aproximación; ascética e íntima. Dibujar para uno mismo,
el proceso como quizás, único fin posible, pues toda obra es inacabada.
Lo que en un principio era una
exploración de la mirada, de su reciprocidad y de lo que hay detrás de ella,
evoluciona por el acontecimiento que supone la reciente muerte de mi padre, en
una meditación de cómo representar lo que queda más allá de la mirada, más allá
de las palabras, lo que queda en un plano más profundo y a la vez reflexionar
sobre el proceso del paso del tiempo.
La mirada.
“Sólo con los ojos la pintura no se ve del todo” Proverbio Chino
El rostro anónimo y sin embargo la
impresión de sentirse reflejado en la muda mirada del otro, testigo y parte. Si
todo lo que podemos hacer es hablar de nosotros mismos, entonces todo es
autorretrato y solo queda, desde la paciencia del dibujo, desde el gris del
grafito, buscar, reconstruir una mirada, un más allá de ella, un instante de
lucidez quizás en estos rostros aislados en el espacio y el tiempo, suspendidos
y atemporales. Y así, sabiendo que es una lucha perdida de antemano, pues la
representación siempre se quedará en la orilla, hacer de esta lucha la única
recompensa.
El proceso, el tiempo, más
allá de lo representable.
“Detrás del ojo lejos la
búsqueda comienza.” Samuel Beckett
¿Qué queda cuando quitamos el
sujeto? El gesto, la línea, la marca, el andamiaje, la fina red que todo lo
sustenta y relaciona. De esta depuración máxima de los elementos, y de la
necesidad de partir de la experiencia antes comentada surgen los dibujos de la
serie “El retorno al orden de las cosas
que caen” una continuación natural y radical de mi interés en el proceso
del dibujo.
Todos estos dibujos parten de
algo tan frío como reducir una vida a unos factores numéricos: días vividos, días
vividos en común, días por vivir y, desde aquí realizar marcas siguiendo un
proceso orgánico (gestos realizados, gestos borrados, gestos rehechos) un proceso
cíclico que tiene algo de simbólico; vida, muerte y comienzo de un nuevo ciclo
(o la posibilidad utópica de reconstruirla de otra manera) y, no menos
importante, un proceso que conlleva una experiencia física (el esfuerzo físico,
la concentración, el desgaste de los materiales) en lo que supone crear miles
de marcas o gestos (positivos o negativos) en cada dibujo. Y que cada marca
signifique.
No son pues obras abstractas; cada
pieza se estructura en torno a una reflexión previa sobre el paso del tiempo,
su negación, su posibilidad de cambio, su aceptación, que da lugar a un
procedimiento de trabajo diferente, en un intento de ir más allá de la mirada,
de la imagen, quedado solamente tramas de infinitos matices.
De pie, haciendo marcas, andando,
apuntando la cuenta, haciendo más marcas, borrando, apuntando, escuchando la
música, los pasos, como un trance, una danza, una meditación, un ritual para
tratar de comprender el paso del tiempo, lo efímero.
Y al final, el gris, que es un
umbral, niebla, melancolía pero también serenidad.
Que cada marca signifique.
Al final, quizás sólo se trata de
dibujar para poder seguir dibujando.
Javier Roz. Abril 2013
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